— División Noticias LT9
Este miércoles miles de investigadores, becarios y trabajadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) salieron a las calles en todo el país para visibilizar una situación crítica: el desfinanciamiento sostenido de la ciencia en Argentina.
Bajo la consigna "NO AL CIENTIFICIDIO", la movilización no solo fue un acto de protesta, sino también una contundente declaración de principios: sin ciencia, no hay soberanía, ni salud, ni desarrollo sostenible.
Desde sus inicios, el CONICET funciona como la columna vertebral del sistema científico argentino. Reconocido internacionalmente por la calidad de sus investigaciones, el organismo fue clave en avances en biotecnología, salud pública, energías renovables, inteligencia artificial y agricultura, entre muchas otras áreas.
Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, su capacidad de respuesta fue fundamental para el diseño de test, análisis de datos epidemiológicos y estudios sobre el virus.
Sin embargo, en los últimos años, el organismo sufrió una disminución alarmante de su presupuesto. Solo en 2025, se estima que el financiamiento cayó al 0,15% del PBI, una cifra que compromete gravemente su funcionamiento.
A esto se suma la paralización de ingresos, la reducción de becas y la caída del poder adquisitivo de los salarios, lo que genera un clima de incertidumbre que empuja a muchos investigadores jóvenes a emigrar.
La situación, lamentablemente, se asemeja a la fuga de cerebros de 2001 en Argentina, uno de los episodios más significativos de pérdida de capital humano calificado en la historia reciente del país, y que guarda similitudes preocupantes con el contexto actual. Aunque no hay una cifra exacta, se estima que más de 10.000 científicos, médicos y técnicos abandonaron el país entre 2001 y 2003.
La historia del 2001 funciona como advertencia real y concreta: desmantelar el sistema científico puede tener consecuencias que tardan décadas en revertirse.
"Lo que está en juego no es un interés corporativo, sino el derecho del país a generar conocimiento propio. Cada investigador que se va, cada proyecto que se suspende, es una oportunidad perdida para resolver nuestros propios problemas con nuestras propias soluciones", advirtió la doctora Mariana Pujadas, investigadora principal del CONICET.
La movilización del 28 de mayo no fue una manifestación aislada, sino una expresión del consenso creciente en la comunidad científica: defender al CONICET es defender el futuro. Es hora de que el Estado argentino vuelva a apostar por su ciencia, no solo como inversión estratégica, sino como acto de fe en su propio porvenir.